Maratón de Zaragoza 2018


Si quieres correr, corre una milla. Si quieres experimentar una vida diferente, corre un maratón. –Emil Zátopek.


Hace 4 días que crucé la meta en mi primera maratón. Aún sigo recordando y disfrutando esos momentos, sensaciones, conversaciones internas que me acompañaron durante esos cuarenta y dos mil ciento noventa y cinco metros.

Esto es más que correr un maratón. Podría haber sido terminar cualquier otro reto u objetivo pero este es especial.

Porque es el primero y porque hace tiempo, viendo a la gente cruzar la meta en esa misma plaza me di cuenta de que yo también quería vivir eso algún día, quería cruzar esa misma meta. Y como siempre, si realmente deseas algo y haces las cosas necesarias para conseguirlo es muy probable que lo acabes haciendo.

Y así lo hice, crucé esa meta con la que tanto tiempo había soñado. 


Me emocioné, mucho; la verdad es que ya venía emocionado kilómetros atrás cuando “solo” quedaban 6 o 7 kilómetros, cruzando ese interminable puente y vi a lo lejos la Basílica de Nuestra Señora del Pilar donde me esperaba ese sueño mil veces imaginado. En ese momento me di cuenta de que iba a lograrlo.

Es especial, hay momentos de soledad en los que piensas y te das cuenta de repente que ¡estás corriendo un maratón! Y eso es indescriptible, sobre todo para gente como yo que somos absolutamente amateurs y aunque el deporte ha formado parte de mi vida desde pequeñito, mi objetivo no es ser el más rápido, sino vivir una experiencia lo más bonita y placentera posible, sufriendo un poquito, claro.



Y TU, ¿POR QUÉ CORRES?

No sé si alguien me ha hecho, directa o indirectamente, esa pregunta alguna vez, pero sé exactamente la respuesta:

“Porque quiero sentir las máximas veces posibles lo que se siente al atravesar el arco de meta cuando has puesto todo tu corazón en algo que realmente te salía de dentro y te llamaba a gritos. Porque me siento bien cuando corro, voy en bici o nado. Porque me siento más vivo y más fuerte física y mentalmente. Porque me ayuda en los demás aspectos de mi vida. Porque me hace estar más contento. Porque si yo me encuentro feliz lo transmito hacia los demás. Porque puedo trasladar mis aprendizajes a mi vida y a mi trabajo. Porque me hace superar barreras auto-impuestas. Porque el ambiente de las carreras es espectacular. Porque el simple hecho de tener un objetivo ya merece la pena el intentarlo y sobre todo porque me gusta.”

Es duro, sí. Hay que entrenar, sí. Merece la pena, sin duda. Se puede hacer, por supuesto. Con preparación suficiente, experiencia, con cabeza, aprendiendo a sufrir lo necesario y sabiendo a lo que te enfrentas se puede lograr y además disfrutar con ello.



Todo tiene su momento y su lugar. El mayor éxito es saber diferenciar un auténtico reto de algo que no lo es.

Para mí esto lo era, desde hace tiempo, algo que tenía clavado y que sabía que podía conseguir; estaba convencido de ello; no sin trabajo y esfuerzo. Por eso al cruzar la meta me emocioné tanto. Lo había conseguido, había conseguido sentirme feliz conmigo mismo de la misma manera que había visto a otra gente años atrás. 

Esto me lleva a darte otra respuesta a la pregunta de por qué corro:

"Porque quiero sentir exactmente lo mismo que transmiten éstas personas al cruzar la meta en la última etapa del Marathon Des Sables, una de las pruebas de ultra-resistencia a pie más duras del mundo, tan bien reflejadas en este documental que está entre mis tres reportajes deportivos favoritos."

Y quiero sentirme de esta manera el mayor numero de veces durante el resto de mi vida. Es el sentimiento de satisfacción personal de haber conseguido algo grande para ti. Y eso, no se paga con dinero.



UN OBJETIVO REALISTA

Lo que aprendes corriendo es aplicable a todas las facetas de tu vida. Te das cuenta que no hay mucha diferencia en afrontar un maratón con afrontar una situación vital o un proyecto personal o laboral. Es lo mismo y los aprendizajes son aplicables indistintamente. Por eso el deporte es tan beneficioso.

No es necesario correr un maratón para demostrar que has conseguido algo. A lo mejor ese no es tu objetivo. Por tus circunstancias o tu manera de ser a lo mejor tu reto es simplemente ser capaz de levantarte del sofá y salir a trotar 5 minutos, o es coger la bici y empezar a pedalear o es cambiar tus hábitos de alimentación o cualquier cosa que sepas que va a mejorar algo de ti aunque sea lo más mínimo. 

Cualquiera de esas cosas que te salen de dentro es un objetivo para ti. Empezarlo ya es un logro equiparable a completar un maratón entero.

Para empezar, los objetivos –lo has oído cientos de veces– deben ser realistas, es decir, deben ser alcanzables pero a su vez, deben ser ambiciosos y con un nivel de dificultad tal, que te empujen y te motiven a luchar por ellos.



(NO) ES IMPOSIBLE

Para tu cerebro racional correr 42,195 kilómetros es imposible. Si le dices que vas a hacer eso automáticamente te abandona y te dice que no puedes. Se está protegiendo. Pero no es así, es tu cerebro racional el que te está poniendo a prueba para ver cuán fuerte mentalmente eres y, sin dejarlo a un lado, escuchándolo, pero retándolo a la vez puedes hacer que no te sabotee.

Fraccionar objetivos es la manera adecuada de poder alcanzar algo que a priori parece inalcanzable. Por eso se puede aprender tanto al correr un maratón. Dividir un objetivo en pequeños objetivos es la fórmula para “engañar” a tu cerebro y hacer que trabaje a tu favor y no en tu contra.

En primer lugar lo que hice, es dividir la carrera en tres partes. Hasta el kilómetro 12, fácil, para ir calentando, coger sensaciones y ver que ritmo podía llevar. Lo hice, llegue hasta allí, era mi objetivo. 12 kilómetros, sabía que podía conseguirlo y lo hice.

Después del 12 hasta el 30, que era la parte más dura y que llega hasta el punto más lejano; allí tenía que mantener el ritmo, sin pasarme de pulsaciones y no pagarlo después. Lo hice, me sentí estupendamente. 

Pasé la media maratón tan fresco que estuve tentado de aumentar el ritmo pero enseguida mi cerebro racional me hizo darme cuenta que aún quedaba mucho y que ya tendría tiempo de forzar un poco más –si aún me quedaban fuerzas claro–.

Por último, del 30 al final, donde se habla del famoso muro –que no aprecié por suerte– y que da pie al final épico, donde dicen que se empieza a correr la verdadera maratón –doy fe de ello– y en donde empiezas a exigir a tu cuerpo de manera sutil pero bestial un último esfuerzo; y si has entrenado bien y te has alimentado adecuadamente durante la carrera, lo pasarás y lograrás disfrutar de esos últimos kilómetros tan especiales.

Los últimos 6-7 kilómetros fueron en los que más sufrí. Tocó volver a dividir ese objetivo kilómetro a kilómetro, casi metro a metro, paso a paso, avanzando sin pausa, de manera constante, en contra del viento –ese cierzo que soportamos los maños y aunque sea nuestro no te acostumbras nunca –, en soledad pero con la certeza de que lo iba a conseguir.




Y lo logré, cruce la meta, haciendo realidad lo que tantas veces había imaginado en mi cabeza. Ahora sé que no es imposible.



Muchas cosas que parecen imposibles en realidad no lo son. Solo son imposibles en tu cabeza pero cuando trabajas para hacerlas realidad te das cuenta de que eres capaz de más de lo que habías imaginado.
Esto no va solo de correr, esto va más allá, va de superarte, de disfrutar, de ser lo más feliz posible, de divertirte al máximo y de poder compartirlo con el mayor número de personas.

Fue una experiencia inigualable que espero volver a repetir pronto.

Voy a disfrutar de este momento durante mucho tiempo. Me lo he ganado.


Gracias Mapi, gracias Noé.