La técnica de la procrastinación positiva


"Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados" (Albert Einstein).
Todos procrastinamos de vez en cuando. Es algo que se siente como algo negativo que merma nuestra productividad. 



¿Por qué lo hacemos? ¿Aburrimiento? ¿Cansancio? ¿Desmotivación? Un poco de todo quizá. A veces, las tareas no nos gustan y nos engañamos diciéndonos: «Ya lo haré más tarde» o «No tengo ganas», entre otras muchas cosas.

Procrastinar es inherente a los seres humanos. Las máquinas no procrastinan. Hacen una tarea tras otra sin rechistar. Pero nosotros no somos máquinas, afortunadamente.

La saturación mental puede ser una de las muchas causas por la que procrastinamos. Suele ocurrir al final del día cuando más cansados estamos debido a la cantidad de estímulos que hemos recibido. Nuestro nivel de actividad del cerebro ha sido máximo y, entonces, los niveles de concentración y energía disminuyen.

A pesar de todo lo que puedes leer y escuchar sobre que hay que evitar la procrastinación para no caer en la baja productividad y desgana, creo que podemos aprovecharnos de éste hábito tan humano y ponerlo en nuestro favor. 


La he llamado: La técnica de la procrastinación positiva.

La procrastinación positiva es un hábito que utilizo a menudo de manera consciente y premeditada. Cuando a lo largo de una jornada he cumplido con una o varias tareas importantes o he avanzado mucho en cualquier proyecto pero aún me queda jornada por delante, no continuo trabajando en mis tareas; o por lo menos no seguidamente. 


Lo que hago es procrastinar positivamente, es decir, dejo de trabajar en mis tareas actuales, aunque pueda continuar, y le doy un descanso a mi cerebro con alguna distracción agradable que me haga coger algo de aire fresco.

Procrastinar conscientemente es un refuerzo positivo que pone en valor nuestra dedicación tras un día productivo. No significa hacer el vago o eludir compromisos internos por desgana o cansancio. Es una forma de descanso periódico. Un hábito que poca gente tiene.

Debes saber distinguir cuando estás procrastinando o cuando lo estás haciendo para dejar descansar a tu cerebro. La línea de separación entre ambas es muy fina y corremos el riesgo de cruzarla pero si eres honesto contigo mismo sabrás diferenciarlo y hacer que juegue a tu favor.

Prueba a hacerlo si no lo haces ya. Mañana, si has tenido un día productivo, 30 minutos antes de finalizar la jornada, para toda la actividad. No sigas con tus tareas. Deja preparado el día siguiente si es así como trabajas o recoge tu lugar de trabajo y simplemente descansa y dedica estos últimos minutos a una actividad totalmente diferente e improductiva. Sí, improductiva.

Preferiblemente no uses la tecnología. Lee un libro, lee el periódico, haz esa llamada personal que necesitas, busca un restaurante para la cena del viernes, y así, cualquier cosa que te imagines.

Los beneficios que he observado son varios. Tomar esos últimos minutos, de vez en cuando, para relajar mi mente, hace que salga del trabajo menos saturado y con una sensación más placentera. El nivel de estrés con el que llego a casa es menor y logro recuperar mi nivel de energía más rápido.

Te invito a que lo pruebes. No tiene mucho sentido forzar la máquina en los momentos de más baja energía después de un día duro de trabajo. Si tu organización personal es eficiente, esos 30 minutos o los que sean, formarán parte de tu rutina y podrás procrastinar positivamente cuando lo necesites.

Deja respirar a tu mente.