La vida es mejor sin Facebook

«La tecnología es un siervo útil, pero un amo peligroso» -Christian Lous Lange.
Hace varios meses que desinstalé Facebook Instagram de mi teléfono móvil. El fin era comenzar a eliminar distracciones y fuentes de información innecesaria que mi cerebro tuviera procesar, y vivir más relajado.


Photo by Imani Clovis on Unsplash

El objetivo es dejar de saturar mi mente con estímulos que no suman sino todo lo contrario, que no te dejan estar centrado y mantener el enfoque en lo importante.

Desde entonces he empezado un proceso de desconexión digital que quiero ir completando poco a poco. Quiero identificar las fuentes y valorar si me aportan algo o si por el contrario son prescindibles. Con esto quiero optimizar mi uso de la tecnología a lo absolutamente necesario y a lo que me genere auténtico valor o mediante el cual pueda aportar yo ese valor.

Desde que no consulto Facebook e Instagram (tampoco Twitter, aunque este si lo tengo instalado solo para compartir los artículos del blog) he notado que mi mente está más despejada y una disminución de la percepción del estrés. Es lógico, la saturación mental a la que se llega a tener al intentar procesar toda la información que llega por las redes sociales es directamente proporcional al tiempo que pasas con ellas. Últimamente solo hacía más que recibir publicidad, y la experiencia se volvió aún menos placentera.

Mi propósito es reducir a lo absolutamente necesario mi interacción con las fuentes digitales. No solo redes sociales, si no para el resto de vida digital. Para ello, estoy identificando a qué dedico mi tiempo y cómo puedo optimizarlo y minimizarlo. Identificaré la relación con cada una de las aplicaciones, redes sociales, correo electrónico, blogs, internet, etcétera, y las eliminaré o definiré para centrarme en lo importante.

Definiré también el uso que le doy a cada una de las redes sociales, pero seguiré sin consultar ninguna, es decir, no voy a utilizar ninguna red social como entretenimiento o para consultar los artículos de quién sea. He notado que no lo necesito, me satura y no me aporta en este momento nada positivo. Lo máximo será compartir el contenido que crea interesante, pero nada más.


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Las redes sociales que tengo instaladas actualmente en mi smartphone son: YouTube, que miro a menudo; Strava, donde cuelgo toda mi actividad deportiva; Medium, mi otro blog, donde he empezado a escribir artículos en inglés; Twitter, que solo la tengo para hacer más sencilla la operación de compartir los artículos del blog; Linkedin, simplemente para actualizar mi currículum y ClassDojo, la red social de la clase de mi hijo. Ya me parecen demasiadas.

Sin embargo, no creo que el problema sean las redes sociales sino el excesivo e incontrolado uso que hacemos de ellas. Hasta el punto de hacerse adictivas para algunos. Y eso es lo peligroso. Facebook o Instagram no son malas porque sí, todo lo contrario, son herramientas muy potentes que bien utilizadas y auto-gestionadas son útiles y necesarias para diferentes actividades y marcas comerciales. Si no tienes redes sociales no existes; por eso el hecho de saber utilizarlas de manera productiva es un plus.

Las marcas lo saben y lo aprovechan. Entrar en Facebook es entrar en un gran centro comercial. Además de entretenimiento, tienes tiendas. En eso se han convertido, en un compendio de tiendas y tablones de anuncios.

De hecho, mi blog tendría muchas más dificultades de poder llegar a la gente sin las redes sociales, y por eso son útiles para mí.

Pero por otra parte, son una fuente de distracción e interrupciones. Debemos darnos cuenta de que no son la realidad. No es en torno a lo que tiene que girar nuestro mundo sino que deben formar parte de nuestra vida, pero eso, una parte, nada más.

La realidad es nuestra interacción personal con y cada uno de nuestros familiares, compañeros, amigos y otras personas. Eso sí que aporta valor. Lo demás son herramientas con las que interactuar con un propósito.


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Antes de eliminar definitivamente Facebook e Instagram de mi teléfono realicé un experimento. Me descargué una aplicación para monitorizar el tiempo que pasaba consultándolo y en qué aplicaciones lo utilizaba. El resultado me sorprendió. Ya era una persona que no consultaba de manera excesiva el teléfono, o eso creía. Después de una semana los resultados fueron esclarecedores.

La media de tiempo que pasaba delante de la pantalla era de casi dos horas. ¡Dos horas!

Me sorprendí del resultado. Ese dato significaba que pasaba 14 horas a la semana consultando mi teléfono y casi todas ellas carecían de un valor real. Hay cientos de cosas en las que aprovechar el tiempo antes de estar frente a la pantalla. A veces, incluso no hacer nada es mucho mejor que eso.

No había consultado apenas mi teléfono y ya llevaba ciento veinte minutos mirándolo. Entonces, decidí que debía reducir ese tiempo.

Para ello, implementé el superhábito de no consultar mi teléfono, o cualquier dispositivo, a partir de las ocho de la tarde. Lo cumplo en la mayoría de las ocasiones. Duermo mejor. Te invito a que lo pruebes una semana. No creerás lo que te aporta.

No reniego de la tecnología, la apoyo. Sin ella no estaría escribiendo aquí y ahora. Es el futuro, queramos o no. Tenemos que ir de la mano, pero con equilibrio.

Se puede vivir sin mirar Facebook. Yo lo hago y me encuentro mejor que nunca. Estoy feliz de haber comenzado a liberar mi mente para ayudarme a ser más productivo, más creativo, a estar más relajado, más consciente y a sentirme mejor. No digo que elimines definitivamente tus redes sociales sino que hagas un uso real y te animo a que analices por qué y para qué utilizas cada una de tus redes sociales y aplicaciones.

Mi proceso de minimalismo digital empezó hace meses y de momento va a continuar.